Wanderlino
Arruda
La
caravana
de
despedida
hasta
el
aeropuerto
de
Confins
era
dirigida
por
la
primera
nieta,
Fernanda
Isabella,
que
a
su
vez,
es
comandada
por
Mónica
y
Danilo,
Isabel,
Gerson
y
Ana
Paula.
Todos
alegres,
con
mucho
cariño,
después
del
almuezo
de
un
Domingo
lleno
de
sol,
día
claro,
cielo
de
alfombra,
de
confianza
para
un
vuelo
del
737
de
la
Varig,
que
vendrá
de
Espíritu
Santo.
Media
hora
de
paséo
por
las
instalaciones
de
terraza
y
granito,
consultando
las
tarjetas
electrónicas
que
marcan
las
llegadas
y
salidas
de
los
vuelos,
una
mirada
de
fuera
para
los
salónes
“vips”,
la
vista
panorámica
de
la
terraza,
todo
eso
después
del
embarque
del
equipaje
y
la
revisión
en
la
caja.
Media
hora
de
espera,
la
llamada
a
los
pasajeros,
las
despedidas,
la
travesía
por
el
túnel
alfombrado
hasta
el
corazón
de
la
nave
aérea,
las
advertencias
del
comandante,
las
sonrisas
de
las
azafatas,
el
viaje
de
sesenta
minutos
realmente
cronometrados.
Allá
en
bajo,
la
ciudad
de
la
Esperanza
com
sus
casas,
su
lago,
los
núcleos
satélites,
la
torre,
una
tarde
caliente
casi
al
inicio
de
primavera.
Algunos
segundos
después,
estamos
en
la
tierra
de
Brasília.
El
táxi
vuela
también,
converso
con
el
chofer,
procuro
saber
del
clima,
las
novedades,
de
donde
él
es,
hace
cuántos
años
vive
en
la
capital,
que
cree
del
gobierno
nuevo,
de
Brasília
tener
elecciones,
y
cuando
menos
espero
él
ya
sale
de
la
vía,
pasamos
al
lado
de
la
iglesia
Dom
Bosco,
pasamos,
en
frente
al
Club
del
Congreso,
llegamos
en
la
manzana
“I”
de
la
703
Sur,
casa
4,
me
quedaré
hospedado
por
un
buen
tiempo.
Increíble
que,
hace
18
minutos,
yo
todavía
estaba
en
el
aire,
volaba
como
un
pájaro.
Concessa,
la
gerente,
me
recibe
y
va
luego
diciendo
las
novedades.
Está
esperando
también
a
Jorge
y
Kalunga,
de
Santo
Angelo,
Lasbet,
de
Juiz
de
Fora,
Ludgero,
de
San
Pedro
de
Piauí.
Una
gran
sorpresa
después
de
tres
semanas
llegará
también
Tiago,
de
Recife.
Nada
mejor
podría
suceder,
son
mis
compañeros
y
amigos
de
muchas
jornadas,
de
tiempos
difíciles
del
montaje
de
los
cursos,
de
lso
seminários,
de
mucha
preparación,
Jorge,
él
más
antiguo,
desde
1978,
cuando
iniciamos
el
entrenamiento,
en
Lingüística
y
Semántica.
Que
lástima
no
ser
posible
ver
a
Fafá
de
Belém,
por
la
noche,
en
el
Teatro
Nacional,
pues
las
entradas
ya
se
habían
terminado
hacía
mucho
tiempo.
El
lunes
por
la
mañana,
empiezo
a
trabajar,
saludos
de
viejos
amigos:
Conrado,
Leda,
Cristina,
Ana
Liese,
Nancy,
Arias,
Pereira,
Tesbaldo,
Bia,
Chely,
un
piso
sólo
es
poco
para
rever
a
todos
ellos.
En
mi
aula,
la
alegría
aumenta:
allá
están
la
japonesita
Rosa,
Geraldo
de
Teófilo
Otoni,
Carlos
Lopes,
de
São
Paulo,
Riza,
las
dos
Graças,
el
japonés
Iroshi,
Clide,
Américo,
con
menos
pelo
que
antes,
un
montón
de
amigos
que
solamente
Brasília
podría
ofrecerme.
Cuanta
alegría
del
reencuentro,
Carlos
por
ejemplo,
la
última
vez
que
trabajamos
juntos
fue
en
Fortaleza,
en
1979,
cuando
viajamos
para
Teresina
y
San
Luiz.
Así
es
la
vida,
la
alegría
de
los
encuentros
y
reencuentros
se
transforman
en
momentos
de
real
felicidad,
todo
muy
gratificante,
compensando
las
horas
de
cansancio
de
muchos
estudios,
de
las
investigaciones
que
nunca
acaban.
Como
no
podría
dejar
de
ser,
en
la
distancia,
la
nostalgia
de
Olímpia
y
los
dos
chiquititos,
una
nostalgia
inmensa
de
Montes
Claros
y
de
los
amigos
de
Montes
Claros.
Todo
en
la
vida
es
así,
como
en
la
contabilidad
¡no
existe
crédito
sin
débito!