Wanderlino
Arruda
Fue
con
morosidad
que
las
casi
trescientas
voces
que
parecían
más
de
mil,
pausadamente,
atendieron
el
pedido
de
silencio
del
diretcor
José
Nildo
y
Silva
para
el
inicio
de
los
trabajos
de
la
Segunda
“Sefan”,
la
beca
de
los
profesores
y
alumnos
de
la
Facultad
de
Medicina.
Era
un
miércoles
en
medio
de
la
semana,
con
suspensión
de
clases
para
la
mayor
evaluación
hasta
hoy
hecha
por
nuestra
Facultad,
un
ciudado
necesario
para
enfrentar
el
presente
de
dificultades
y
el
futuro
de
incertezas.
El
director
llama
para
conducir
los
trabajos,
el
patrono
de
D.
A.
y
primer
dirigente
y
organizador
de
la
escuela,
Mário
Ribeiro.
Corresponderá
a
él,
Mário,
la
formación,
de
la
mesa,
el
anuncio
mayor
de
la
finalidad
del
encuentro.
Pocos
nombres
son
conjugados
y,
cuando
se
levantan
caminan
bajo
aplausos
de
alumnos
que
saben
admirar
a
sus
profesores.
Apenas
dos
profesores
foráneos
son
nombrados
fuera
de
la
mesa,
con
permanencia
en
el
auditório
el
profesor
Álvaro
de
Azevedo
Ávila,
director
de
la
FADIR
y
representante
de
la
FUMN,
y
yo,
representante
de
la
FAFIL.
Miro,
al
lado,
y
veo,
triste
una
gran
omisión;
Hermes
de
Paula
fue
olvidado,
no
es
recordado,
sin
embargo
Claudio
Pereira,
también
sin
mención.
Iniciados
los
trabajos,
con
presentaciones
objetivas,
cortas
como
deben
ser,
el
director
habla
de
la
fundación
de
la
escuela
de
su
finalidad,
anuncia
una
conferencia
sobre
la
historia
de
todas
las
luchas
y
sufrimientos
en
estos
años
iniciales.
Vuelve
la
palabra
al
Maestro
Mário
Ribeiro
(en
esta
noche
de
cerimonias)
y,
este
hace
el
anuncio
mayor.
“En
el
auditório
está
el
idealizador
de
la
Facultad
de
Medicina
del
Norte
de
Minas,
el
hombre
que
dió
los
primeros
pasos
para
su
creación,
el
hombre
que
me
invitó
para
ser
el
primer
director.
Lo
invito
para
tomar
el
lugar
que
le
compete,
que
es
suyo
por
derecho,
que
es
suyo
por
el
deseo
de
todos
nosotros.
Recibimos
Hermes
de
Paula,
nuestro
mayor
nombre
en
esta
escuela.
Su
silla
lo
espera,
Hermes.
Venga
a
darnos
a
honra”
Es
con
dificultad
que
el
doctor
Hermes
de
Paula
se
levanta
y
se
encamina
para
la
mesa
directora.
Para
subir,
es
necesário
el
amparo
de
una
mano
amiga.
Nunca
se
presenciaron
tantos
y
tan
demorados
aplausos.
El
grupo,
de
pie,
aplaudieron
como
si
estuviesen
aplaudiendo
por
la
última
vez,
con
una
gratitud
que
sólo
se
atribuye
a
un
gran
héroe,
héroe
y
amigo.
Es
en
esta
hora
que
viene
la
verdadera
declaración
del
primer
día
de
trabajo
de
la
Sefa.
El
director
José
Nildo
lee
la
resolución.
Hermes
de
Paula
es
declarado
el
primer
Doctor
Honoris
Causa
de
la
Facultad
de
Medicina,
una
honra
que
le
es
destinada
por
su
capacidad
y
por
un
millón
de
méritos
como
el
mayor
de
todos
los
montesclarenses.
Nueva
ovación.
Alegría
y
sentimentalismo.
Existe
algo
en
el
aire
que
nadie
sabe
lo
que
es.
Hay
minutos
que
equivalen
a
un
siglo
o
más.
Hermes
de
Paula
toma
la
palabra.
No
va
a
hablar
mucho,
que
no
es
de
discursos.
“Señores,
me
gradué
de
Medicina
en
1937,
en
Niterói.
Vital
Brasil,
un
de
los
hombres
más
famosos
en
la
Medicina
brasileña,
me
invitó
para
con
él,
en
su
Instituto,
ganando
uno
de
los
mejores
sueldos
a
los
que
un
profesional
podría
aspirar
o
soñar,
Cr$
1.800.
Además
de
ganar
tanto
dinero,
mucho
para
la
época,
yo
tenía
la
oportunidad
de
ser
también
muy
famoso.
Pero,
las
nostalgias
de
Montes
Claros,
los
recuerdos
de
mis
amigos
´,
no
dejaron
que
yo
me
quedase
allá.
Venir
para
acá.
En
todos
estos
años,
me
cuestioné
si
yo
no
había
cometido
un
gran
error,
escojiendo
mi
tierra,
una
vida
humilde
y
trabajosa.
A
veces,
yo
creía
que
había
hecho
lo
cierto.
Hoy,
aunque,
sé
que
podría
haber
tomado
una
resolución
mayor.
Yo
hice
bien
al
venir
para
Montes
Claros.
Señores,
muchas
cosa
me
han
sucedido,
todas
gratas
y
mucho
he
agradecido
a
Dios,
por
ellas.
Pero,
si
nada
hubiese
ocurrido,
sólo
esta
noche,
sólo
esta
cerimónia,
sólo
el
hecho
de
estar
recibiendo
este
diploma
de
sus
manos
y
de
los
corazones
de
ustedes,
yo
puedo
decir,
con
toda
mi
convicción:
valió
la
pena.
Valió
muchas
gracias
a
todos.”
Dos
días
después,
Hermes
de
Paula
se
despedió
de
Montes
Claros,
para
el
viaje
eterno.
Para
nosotros
también,
valió
la
pena
la
venida
de
él.