Wanderlino
Arruda
Adoro
a
las
personas
que
aman
la
vida,
que
les
gusta
vivir,
que
son
alegres;
que
saben
valorar
cada
minuto
de
felicidad.
Nada
mejor
que
una
cierta
capacidad
de
conformación,
un
modo
de
saber
crecerse
en
las
horas
difíciles
de
sacudir
el
polvo
de
las
vanas
preocupaciones
cuando
ellas
sólo
pueden
entorpecernos.
No
remover
heridas
es
un
acto
de
gran
subiduría.
Perdonar
hasta
sin
olvidar
la
ofensa,
ya
es
una
actitud
sabia.
Perdonar
con
olvido
es
la
perfección
suprema,
algo
así
como
de
quen
ya
se
siente
en
un
excelente
camino
evolucionado.
Un
umbral
de
candidato
a
los
exámenes
de
santificación.
Posición
muy
cristiana.
Adoro
a
las
personas
que
saben
hacer
amistad,
que
son
sociables
y
que
se
interesan
por
contentar
a
su
semejante.
Es
de
esa
gente
que
la
mejor
parte
del
mundo
está
hecha,
que
aporta
el
lado
útil
a
la
vida,
el
constructivo,
el
leal,
el
bueno.
¿De
qué
sirve
el
negativismo?
¿Qué
puede
la
tristeza
realizar
si
no
el
dolor
moral
de
que
ella
es
su
propia
amalgama?
Los
tristes
están
siempre
muy
lejos
de
la
victoria,
del
éxito
y
hasta
de
una
cierta
estabilidad
vital.
La
tristeza
no
es
él
lado
normal
de
la
criatura,
por
lo
menos
no
es
lo
más
agradable.
Los
tristes
deberían
parar
un
poco
y
pensar
en
un
cambio
mental;
sonreír,
intentar
ver
el
mundo
de
cosas
lindas
que
suceden
y
están
ahí
delante
de
nosotros
a
toda
hora.
¡Nada
más
positivo
que
los
momentos
de
alegría!
Adoro
a
las
personas
que
les
gusta
la
luza
del
sol,
la
brisa,
la
luna,
personas
que
sepan
mirar
para
arriba
en
la
noche
y
ver
las
estrellas
con
la
actitud
de
quien
sueña.
Son
éstas
las
que,
por
amar
la
inmensidad
del
infinito
tienen
la
mística
o
la
lógica
de
la
fe,
creen
en
un
poder
mayor,
en
un
verdadero
foco
de
amor
de
quien
emana
toda
la
sabiduría.
No
se
puede
vivir
sin
una
creencia,
una
certeza,
una
directiva
pala
el
bien
que
se
practica
y
que
se
recibe.
Es
necesario
sentir
la
plenitud,
la
conciencia
firme
de
que
formamos
parte
del
gran
infinito,
partícula
de
luz
eterna
y
caminante
para
la
subiduría.
Adoro
las
personas
que
saben
esperar
cuando
otras
se
desesperan,
que
guardan
la
fe,
por
sobre
la
tormenta
de
dudas,
que
soportan
el
peso
de
la
propia
cruz.
Adoro
las
personas
que
saben
cultivar
el
lado
bueno,
que
saben
discernir
el
justo
valor
de
las
causas
y
de
las
cosas,
que
amparan
con
sinceridad
a
los
que
erran
en
el
camino
de
la
vida,
que
mantienen
siempre
el
buen
ánimo.
Que
nadie
se
engañe
con
falsas
apreciaciones
acerca
de
la
justicia,
porque
el
tiempo
es
el
juez
de
todos.
Cada
ser
recogerá
de
la
vida
no
sólo
por
lo
que
hace,
pero
también
conforme
esté
haciendo
aquello
que
hace,
adoro
el
aro
del
tiempo
y
el
servicio
de
la
paz.
Mañana
será,
seguramente
un
belo
día,
no
tengo
dudas
mi
sintido
común
de
felicidad
eso
me
indica,
me
da
certeza
y
confianza.
Pero,
para
trabajar
y
servir,
renovar
y
aprender,
acredite,
el
mejor
día
es
hoy
mismo,
el
mejor
tiempo
es
ahora.
¡Sea
feliz!