Desde
que
el
hombre
se
vio
colocado
en
la
primera
manifestación
literaria,
antes
de
la
aparición
del
texto
escrito,
la
mejor
forma
artística
que
encontró
fue
el
habla
poética.
Inicialmente,
por
lo
menos
en
portugués,
existieron
el
verso
paralelo,
el
canto
de
amor,
el
canto
a
la
amistad,
el
canto
para
maldecir.
Las
coplas,
repetidas
de
memoria
en
las
hospederías,
en
las
tabernas,
a
la
orilla
de
las
carreteras
o
en
los
palacios
reales,
el
poema
de
amor
a
la
gente
o
a
la
tierra,
siempre
con
vestigios
de
emoción
y
sonoridad
que
sólo
el
verso
puede
tener.
Así,
el
poeta,
hombre
o
mujer,
joven
o
viejo,
más
enamorado
por
lo
musical
de
la
lengua,
nunca
puede
huir
de
lo
bueno
y
lo
placeroso
del
arte
de
poetizar.
Y
como
Dios
hizo
el
mundo
con
luz,
el
versificador
hizo
el
idioma
con
versos
y
la
poesía
fue
hecha.
Es
por
eso
que
Dário
Teixeira
Cotrim,
hablante
del
mismo
idioma
de
El
rey
don
Dinis,
de
Paio
Soares
de
Taveirós,
de
Camões,
de
Vilac,
de
Fernando
Pessoa
o
de
Cândido
Canela,
también
ha
de
acometer
sus
versos,
cantándole
a
la
vieja
Bahía,
sintiendo
en
el
pecho
la
necesidad
de
expresarse
en
la
pasión
de
niño
y
en
el
amor
de
las
palabras.
Vivie
la
naturaleza
pura,
se
enferma
de
añoranza
con
los
mismo
síntomas
de
todos
lo
poetas,
sufre
y
canta
el
sufrimiento.
Es
la
tradición
de
los
que
aman
por
encima
del
nivel
común
del
amor.
Dário
Teixeira
Cotrim
ama
a
la
tierra,
ama
al
pueblo
y
se
embriaga
por
el
amor
de
la
propia
sangre,
de
la
propia
raza
provinciana
de
bahianos
de
fe
y
de
coraje.
“A
casa
grande
de
Mãe
Veia”
es
pues
un
canto
de
pura
añoranza,
una
rememoración
de
eternas
recordaciones
de
la
niñez,
de
los
parientes
más
viejos,
de
la
escuela
primitiva,
del
“backgroud”
de
un
tiempo
de
vida
alegre
y
ociosa,
sin
horarios,
sin
libros
de
firmar
la
presencia,
sin
dígitos
y
sin
teclas,
cuando
la
computadora
de
hoy
día
era
el
universo
de
los
ríos,
cerros
y
montañas,
pedazos
de
matas.
Dário
Teixeira
Cotrim
fue
siempre
un
nostálgico,
un
vidente
al
revés,
mucho
más
del
pasado,
muy
poco
el
futuro.
Si
el
presente
es
bueno,
el
pasado
es
mejor,
es
más
rico,
más
preñado
de
sutilezas
con
infinitas
dulzuras
de
la
mocedad.
En
su
memoria,
la
iglesita,
el
corral,
la
carretera,
las
cercas
que
se
pierden
de
vista,
los
pastos,
los
animales
pastoreando,
las
nubles
grises
o
cargadas
de
iluvia,
la
alvorada,
el
crepúsculo,
los
juguetes
de
rueditas,
de
ataja
ladrón,
de
hacer
parir
la
gata,
el
montar
al
pelo,
ela
baño
de
río
y
de
charca,
la
trampa
de
cazer,
o
quebra,
el
tira
piedras,
la
eterna
ida
a
buscar
umbú
cuando
éste
estaba
comenzando
a
madurar.
Todo
en
un
universo
de
sueños
y
de
dulces
realidades,
que
sólo
el
provinciano
conoce.
Hizo
muy
bien
el
poelta
en
poetizar
su
poesía.
Modesto,
dice
que
no
quiere
fama,
no
espera
vender
sus
ejemplares
en
la
librería,
no
piensa
en
ediciones
millonarias
y
de
lujo.
Dário
Teixeira
Cotrim
quiere
su
poesía
em
la
boca
y
en
el
corazón
de
su
pueblo
bahiano
de
Ceraína,
que
tuvo
la
felicidad
de
nacer
allí
cerca
de
la
casa
grande
de
“Mãe
Véia”.
Si
esos
bahianos
lo
leyesen,
lo
sintiesen
y
con
el
se
emocionasen,
todo
bien,
el
esfuerzo
valió,
el
poeta
vivirá
feliz.
Y
más
vale
la
felicidad
del
poeta
y
de
la
gente
de
su
sangre,
que
el
dinero
de
todos
los
ricos.
¡
Viva
el
amor!
Y
yo,
como
amigo
y
compañero
de
luchas,
también
me
sentiré
agradecido.
¡
Y
mucho!